Creo que la importancia de conocer otras formas de “ver” el mundo y a nosotros y de “sentir” el mundo y a nosotros en él, es que podemos “armar” una especie de mapa del mundo y de nosotros, desde las diferentes perspectivas, haciendo una especia de gigantografía de la existencia desde una visión universalizada. Con toda la riqueza que ella implica.
En general, el hombre occidental (tal como cantaba Martín Fierro, refiriéndose a la reacción del hombre ante lo nuevo o desconocido: “los perros ladran a lo que no conocen”), suele menospreciar o reírse de lo diferente. No hace esfuerzos para entender lo que no se le ofrece “espontáneamente”, a primera vista, a su percepción adocenada. Y renuncia a enriquecer su conciencia intelectiva.
Rechaza a través de la ridiculización o la destrucción lisa y llana. Síntomas de nuestra soberbia. Soberbia que si miramos dentro de nosotros mismos y a nuestro alrededor, no parece tener suficiente justificación. A modo de confirmación no tenemos más que observar el descomunal desarrollo de la industria de los psicofármacos, por una parte, y el avance de la polución y contaminación de la Naturaleza , gracias a nuestro inércico productivismo y voracidad. Naturaleza que, por otra parte, ya comienza a dar claras muestras de que se le acabó la paciencia para con nosotros.
La diferencia de idiomas, sin ir más lejos, nos permite vislumbrar la existencia de otros mundos vitales. De otro modo de ver e interpretar, pues ¿qué significa que existan vocablos intraducibles? Porque ese vocablo revela cierto “movimiento” de la existencia (o “realidad”) que si tenemos la conciencia en otro “molde” (idioma) nos resulta imposible captar.
Sin meterme ahora en un análisis de la génesis y evolución de los idiomas (no sólo porque no viene al caso sino porque carezco del mínimo conocimiento para eso), sino colocándonos en el aquí y ahora en el que vivimos, desde el recién nacido hasta el adulto (todos vivimos en el presente y sólo en él) podemos comprender que la conciencia es moldeada por el idioma que nos es impuesto por la sociedad en que nos toca socializarnos, para acceder al mundo y a los demás.
Voy a copiar un par de páginas que escribí hace casi treinta años y con lo que aún coincido, aunque ahora no lo expresaría de este modo. Pero, bueno, no tengo muchas ganas de rehacerlo. Escribí en una monografía que titulé En torno a la filosofía de la praxis. "Una estructura lingüística que no permita una articulación “móvil” con el mundo al que se desea aprehender intelectualmente, se constituirá en distanciador insalvable de la relación. Ya que el hombre sólo conoce cuando pone nombre a las cosas. Y más genéricamente: sólo hay conocimiento cuando hay lenguaje.
En general, el hombre occidental (tal como cantaba Martín Fierro, refiriéndose a la reacción del hombre ante lo nuevo o desconocido: “los perros ladran a lo que no conocen”), suele menospreciar o reírse de lo diferente. No hace esfuerzos para entender lo que no se le ofrece “espontáneamente”, a primera vista, a su percepción adocenada. Y renuncia a enriquecer su conciencia intelectiva.
Rechaza a través de la ridiculización o la destrucción lisa y llana. Síntomas de nuestra soberbia. Soberbia que si miramos dentro de nosotros mismos y a nuestro alrededor, no parece tener suficiente justificación. A modo de confirmación no tenemos más que observar el descomunal desarrollo de la industria de los psicofármacos, por una parte, y el avance de la polución y contaminación de la Naturaleza , gracias a nuestro inércico productivismo y voracidad. Naturaleza que, por otra parte, ya comienza a dar claras muestras de que se le acabó la paciencia para con nosotros.
La diferencia de idiomas, sin ir más lejos, nos permite vislumbrar la existencia de otros mundos vitales. De otro modo de ver e interpretar, pues ¿qué significa que existan vocablos intraducibles? Porque ese vocablo revela cierto “movimiento” de la existencia (o “realidad”) que si tenemos la conciencia en otro “molde” (idioma) nos resulta imposible captar.
Sin meterme ahora en un análisis de la génesis y evolución de los idiomas (no sólo porque no viene al caso sino porque carezco del mínimo conocimiento para eso), sino colocándonos en el aquí y ahora en el que vivimos, desde el recién nacido hasta el adulto (todos vivimos en el presente y sólo en él) podemos comprender que la conciencia es moldeada por el idioma que nos es impuesto por la sociedad en que nos toca socializarnos, para acceder al mundo y a los demás.
Voy a copiar un par de páginas que escribí hace casi treinta años y con lo que aún coincido, aunque ahora no lo expresaría de este modo. Pero, bueno, no tengo muchas ganas de rehacerlo. Escribí en una monografía que titulé En torno a la filosofía de la praxis. "Una estructura lingüística que no permita una articulación “móvil” con el mundo al que se desea aprehender intelectualmente, se constituirá en distanciador insalvable de la relación. Ya que el hombre sólo conoce cuando pone nombre a las cosas. Y más genéricamente: sólo hay conocimiento cuando hay lenguaje.
Marx y Engels, en La Ideología Alemana, refieren:
Solamente ahora, después de haber considerado ya cuatro momentos, cuatro aspectos de las relaciones originarias históricas, caemos en la cuenta de que el hombre tiene también «conciencia». Pero, tampoco ésta es desde un principio una conciencia «pura». El «espíritu» nace ya tarado con la maldición de estar «preñado» de materia, que aquí se manifiesta bajo la forma de capas de aire en movimiento, de sonidos, en una palabra, bajo la forma del lenguaje. El lenguaje es tan viejo como la conciencia: el lenguaje es la conciencia práctica, la conciencia real, que existe también para los otros hombres y que, por tanto, comienza a existir también para mí mismo.”
Y el mismo Hegel, en su Lógica, llegaba a sugerir que no sería imposible realizar una historia del pensamiento paralela a una historia del lenguaje. Afirmaba :
"Las formas del pensamiento están ante todo expuestas y consignadas en el lenguaje del hombre. (…) En todo aquello que se le convierte en algo interior, y principalmente en la representación, en lo que hace suyo, ha penetrado el lenguaje, y lo que el hombre convierte en lenguaje y expresa con él, contiene escondida, mezclada o elaborada una categoría; tan natural es al hombre el elemento lógico, o para decirlo mejor, tan propio es de su naturaleza misma."
Y con respecto al idioma alemán en particular, agregaba:
Mucho más importante es que en un idioma las determinaciones del pensamiento se hayan destacado como sustantivos y verbos y tenga así el sello de formas objetivas; en esto el idioma alemán tiene muchas ventajas sobre los otros idiomas modernos; muchas de sus palabras no sólo tienen la propiedad de prestarse a diferentes significaciones, sino que hasta tienen significados opuestos; de modo que tampoco en esto puede dejarse de reconocer un espíritu especulativo del lenguaje. Puede ser una alegría para el pensamiento encontrarse con tales palabras y verse en presencia de la unión de los contrarios, contenida de manera ingenua y según el léxico, en una sola palabra de significados opuestos; cuya unión es un resultado de la especulación a pesar de ser contradictoria para el intelecto.
Veamos un ejemplo (y siguiendo con el idioma alemán) la distorsión que sufre un vocablo a fin de que pueda ser captado por otro aparato conceptual (idioma):
Tomemos el verbo alemán, bipolar, “aufheben”.
En la primera versión castellana del manuscrito de Marx, Manuscritos económico-filosóficos, editado por América, se tradujo por “suprimir”.
En la edición que realizó la Revista de Occidente en 1935 de la Fenomenología del espíritu, se tradujo por el verbo “observar”.
En la obra Qu'est-ce que la dialectique, de Lefebvre y Guterman, fue traducido como “depasser”, que literalmente debería traducirse al castellano (según nos informa el traductor) por: “pasar, traspasar, ir más allá, adelantar, dejar atrás a alguno, ser más largo, más alto, exceder, sobrepujar, aventajar a”. Sin embargo, en la versión castellana se lo traducirá por “superación”, informándosenos que en el original alemán su sentido es de “suprimir” o “conservar”.
En el extracto de la Introducción a la historia de la filosofía, Editado por el Servicio Documental de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), se lo considera como correspondiente al tercer momento de todo proceso dialéctico: como “síntesis”, pero se nos advierte que el traductor Wenceslao Roces pone como versión castellana “levantar”.
Me parece que no vale la pena continuar. Los ejemplos hablan por sí solos. En los dos primeros y en el último vemos cómo se desdobla y distorsiona la relación autor-receptor en: (autor-comentador/traductor) – receptor. En el ejemplo de la obra de Lefebvre-Guterman esa relación ya se desdobla en múltiples planos. Al ser los autores traductores y comentadores a su vez, la relación quedaría más o menos así: autor – comentario/traducción – comentador – interpretación/traducción – receptor.
Sólo queda remitir a las distancias autor-receptor para que se obtengan las correspondientes conclusiones. ¿Cómo captar el sentido originario?
Continúa Hegel en su Ciencia de la Lógica :
Cuando la filosofía crítica entiende la relación de estos tres términos, como si pusiéramos los pensamientos cual medio entre nosotros y las cosas, en el sentido de que este medio más bien nos separa de ellas, en vez de unirnos a ellas, hay que oponer a esta manera de ver la simple observación de que precisamente dichas cosas, que tendrían que estar situadas en un más allá en la extremidad opuesta a la que nos hallamos nosotros y el pensamiento a ellas referido, no son en sí mismas sino objetos del pensamiento, y asimismo del todo indeterminadas, son solamente un único objeto de pensamiento –la llamada cosa en sí- de la abstracción vacía.
El propio Lenin entendía el párrafo anterior como una crítica al kantismo como teoría del conocimiento. Afirmaba en sus Cuadernos filosóficos:
La sustancia del argumento, a mi juicio, es la siguiente: en Kant el conocimiento separa (delimita) la naturaleza y el hombre; en realidad los une; en Kant encontramos la “abstracción vacía” de la cosa en sí en vez del gang, bewegung (trayectoria, movimiento) vivo de las cosas.
Bueno, me cansé. ¿Se entiende a lo que me refiero?.
Imagino que no sólo no llegaron hasta aquí, sino que se deben haber quedado dormidos. Sí, comprendo. Ése es uno de los aspectos positivos de mis escritos: son un infalible antídoto contra el insomnio.
Saludos desvelados
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